Aunque no soy portuguesa,
una vez fui tu “MARÍA”.
No me olvido de esas noches,
ni tampoco de esos días...


Desenredando mis dedos los caracoles
de tu pelo negro,
mientras que tus manos,
bailaban mi cuerpo
y yo iba soñando entrar en el cielo
de tu sacrilegio.


Un canto hacia el pueblo de tus sentimientos,
callabas las prisas en la amanecida
y contabas las horas del Alba,
en aquella almohada
de algunas semanas.


No era Cádiz, tampoco La Habana,
era la avenida de idas y salidas.
Aprendí a crecer, a saber perder,
mientras que pujabas por ponerle aura
con sabor de menta y de hierbabuena
a la faz de tu tierra, y me contagiabas
con besos de canela.


Aquellos dulces de calabaza
de aquel convento,que degustamos en esos ratosque nos callamos.


Ni mestizo ni mulato,
pero amaste en mis brazos,
y fui la sal de ese mar,
que te empeñaste en buscar
en el final de mi espalda,
entre mis versos secretos
y algún “te quiero” en silencio.


Así te fuiste muy lejos,
como lo hizo el marinero,
que se llevó con el río,
que se llevó con la sombra
al rey de la copla.